25 de diciembre de 2008

Monólogo del Pastor Niño


¡¡¡Feliz Navidad!!!

A todos los que pasen por aqui -y a los que no también- les deseo que este año pasen la mejor de las navidades y que el próximo sea aun mejor.

Disfruten con su familia y amigos de estas épocas que sirven como excusa perfecta para reunirnos con los que hace tiempo no vemos y disfrutar todos los días de las comidas mas buenas de todo el año, y de las risas y de los abrazos y de las pláticas y del amor y de los regalos y de todo lo que acompaña a estas fechas...

Como un pequeño regalo, les dejo el “Monólogo del Pastor Niño”, parte de la pastorela “Diablos y pastores”, mejor conocida como “La pastorela de Catón” que se presenta desde hace años en Saltillo, no he tenido la oportunidad de verla, pero con solo leer este fragmento se que es una de las mejores...

Un abrazo a todos y que se la sigan pasando bien...

Saludos de su amigo

-Oriol

Noche clara de Belén, nochecita de montaña. En el cielo las estrellas, y en las estrellas el alma. Los rebaños están quietos paciendo yerbas de plata. ¡Qué noche tan silenciosa con la promesa del alba! ¡Qué vientecillo travieso! ¡Qué Luna maravillada! Y de súbito un lucero por el Oriente llegaba, y los cielos se encendían en regocijo de llamas. ‘Hermano: ¿Qué es esto? di’’. ‘No sé, que nunca mirara una luz con tanta luz, y una blancura tan blanca’’. Y luego, desde lo alto, coros de ángeles que cantan: ‘Gloria a Dios en las alturas y paz a todas las almas’. Y dice un ángel: ‘Pastores: En una humilde morada ha nacido el Niño Dios, el Redentor de las almas’’. ‘¡Vamos allá!’’ -gritan todos-. Y todos se apresuraban. Pero ¿quién se quedará a cuidar de la majada? Yo, por ser el más pequeño y el más humilde en la casa. Y todos van al portal, y sólo yo me quedaba viendo brillar el lucero en cada una de mis lágrimas... Y después, cuando volvieron, ¡qué maravillas contaban! Aquel portal lleno de ángeles; aquel buey, aquella vaca; aquellos cantos de dicha; aquellas alegres danzas; los pastores dando al Niño los regalos que llevaban; y el Niño que sonreía, y la Virgen que cantaba, y San José que reía, y yo... que reía y lloraba, porque nomás yo no vi lo que los otros miraran. Y me fui a llorar muy lejos, donde no vieran mis lágrimas. Señor: ¿Por qué soy pequeño? Señor: Si no me quedara habría visto al niñito y a la Virgen soberana. ¿Es que me hiciste tan pobre que no alcancé ni Tu gracia?... Y de pronto, ¡oh, maravilla! Un resplandor me rodeaba. Yo no podía creer lo que mis ojos miraban. Junto a mí estaba la Virgen; al Niño en brazos llevaba, y a su lado San José con el ángel que los guiaba. ‘No llores’ -dijo la Virgen mientras con sus manos blancas, como si fuera mi madre, las lágrimas me enjugaba-. Supe que estabas muy triste porque el rebaño cuidabas y no viste en el pesebre al Niño Dios, y llorabas. Pero no estés triste ya: Tu regalo son tus lágrimas, que las lágrimas de amor son la ofrenda más preciada’’. Eso me dijo la Virgen. Y luego ¡quién lo soñara!, me puso al Niño en los brazos para que yo lo arrullara. Y yo me sentí en el cielo, ¡como que en el cielo estaba! Y otra vez habló la Virgen. No olvidaré sus palabras. Dijo María: ‘Mi niño lloró porque tú llorabas. Quiere que nadie esté solo ni triste como tú estabas. Y por eso desde hoy, cada año, en todas las casas, volverá a nacer Jesús en esta misma mañana. Mi Hijo a todos los hombres su Navidad les regala. Ya siempre estarán con ellos su bien, su amor y su gracia. Tú eres mi hijo también. Busca a tus hermanos, anda; diles lo que te diría el Niño Jesús si hablara. Cada año habrá Navidad; Dios nacerá en vuestras almas, y en ellas la paz de Dios todo el año hará su casa’’. Así me dijo María. Y, como ella me ordenara, aquí vine, y aquí estoy, con la promesa anhelada. Les doy esta buena nueva que la Virgen me anunciara. Cada año nacerá el Niño Jesús en nuestra morada. Nadie estará solo ya, ni triste como yo estaba. El amor de Dios por siempre desde ahora nos acompaña. En la Navidad tendremos dicha recién estrenada. Volverá a nacer Jesús de las benditas entrañas de María. San José buscará otra vez posada, y nos cantarán los ángeles su música concertada. Los hombres se alegrarán; será un portal cada casa.
¡Gloria a Dios en las alturas! ¡A los hombres esperanza! En el cielo las estrellas, y en las estrellas el alma...

... FIN.